sábado, 31 de marzo de 2012

"Las Cortes piden actuar en la Cartuja de Monegros"

"La Comisión de Cultura de las Cortes de Aragón aprobó ayer por unanimidad instar al Ejecutivo autonómico a elaborar un informe del Monasterio de La Cartuja de los Monegros, para conocer las actuaciones urgentes a realizar para evitar daños irreparables. La proposición no de ley fue planteada por Patricia Luquin (IU), que no consiguió, sin embargo, que se aprobara un expediente sancionador a los propietarios del monasterio por incumplir una orden de ejecución emitida por la DGA para realizar una serie de obras en el monumento." (El Periódico de Aragón, 31/03/2012)

La Cartuja de Monegros o de las Fuentes es un caso muy similar al del monasterio de Santa Fe aunque actualmente pertenece a un solo dueño y su iglesia conserva pinturas de Bayeu. Por lo demás, no se entiende porqué las Cortes de Aragón se han fijado en ella y para el monasterio de Santa Fe no ha habido la misma atención.

miércoles, 28 de marzo de 2012

"Un monasterio al borde de la ruina"

A escasos kilómetros de Zaragoza se alza un impresionante monasterio cisterciense, el de Santa Fe, cuya iglesia puede desplomarse en cualquier momento. Una asociación intenta conseguir que se restaure, aunque hasta ahora sólo ha logrado buenas palabras.

Héctor Giménez, de la Asociación Monasterio de Santa Fe de Huerva, lo resume en una frase contundente: "La verdad es que la cosa está cruda, bastante cruda". En realidad, el monasterio de Santa Fe, entre Cuarte y Cadrete, pero en el término municipal de Zaragoza, no ha tenido quien lo defienda hasta el pasado año, cuando un grupo de vecinos decidió crear la asociación e intentar lo que entonces parecía imposible. Pero les animaba el ejemplo de muchas otras localidades aragonesas que, con tenacidad, esfuerzo e imaginación, han conseguido llamar la atención de las instituciones sobre algún monumento que merecía restauración. Y lo han salvado.

"Llevamos un año funcionando y en este tiempo hemos mantenido contactos tanto con el Ayuntamiento de Zaragoza como con la DGA -relata Héctor Giménez-. En el primero nos dijeron que tenían mucho interés en colaborar en la restauración, pero si la DGA se implicaba en el proyecto. Y en el Gobierno de Aragón nos dijeron que estaban dispuestos a emprender un proyecto de restauración, pero que el monumento es de propiedad particular y no invierten en edificios privados".

Y ese es el principal 'handicap' del monumento. Fundado en 1341, fue desamortizado en 1835 y sufrió la suerte de muchos otros de parecida biografía. Hoy, dentro del recinto del monasterio viven cinco familias (en verano alguna más) y resulta muy ilustrativa la situación que se da en la iglesia, que tiene dos propietarios. "Uno de ellos está muy interesado en que se haga algo ya -relata Héctor Giménez-, y creemos que incluso estaría dispuesto a donar su parte del edificio a condición de que se restaurara la iglesia. Pero en el otro no vemos la misma disposición".

El arquitecto Javier Ibargüen, especialista en restauración (ha dirigido la realizada en el monasterio de Rueda) participó hace unos días en unas jornadas organizadas para conmemorar el 30 aniversario de la declaración del monasterio como Monumento Nacional. A su juicio, lo primero de todo es resolver el problema de la propiedad. "La clave está ahí. La situación es compleja porque dentro del recinto monacal existe incluso alguna piscina. Pero hay que ser realistas y empezar por lo más importante, que también es lo más abarcable, la iglesia. Pero, si se empezará por ella, habría que hacerlo desde una actuación de conjunto, pensando ya en todo el monasterio. Habría que realizar un plan director".

La iglesia, lo más destacado

Construida en 1774 o 1778 por un discípulo de Ventura Rodríguez, robusta y monumental, la iglesia tiene tres naves. "El monasterio, en su conjunto, es de grandes dimensiones -relata Javier Ibargüen- pero no se trata de una restauración 'disparatada'. En la declaración de Bien de Interés Cultural se incluyen fundamentalmente la iglesia y la portería. Y la iglesia se podría restaurar por completo por 1,5 millones. Restaurar todo el conjunto ya es algo más complicado, pero las cosas se pueden hacer poco a poco: empezar por la iglesia y seguir luego con todo lo demás. No hay que perder de vista que se trata de una iglesia con un valor enorme. Se ha dicho de ella que es uno de los monumentos más soberbios del Barroco clasicista español de finales del siglo XVIII, y es verdad".

Pero lo cierto es que desde 1981, cuando el arquitecto Ángel Peropadre consolidó la torre para evitar que se viniera abajo, el abandono y el deterioro han seguido avanzando. Los vecinos no cejan en su empeño: "Lo único que podemos hacer es seguir trabajando para que se conozca más su situación", apunta Héctor Giménez.
Javier Ibargüen, que cree además que ha debido sobrevivir parte del monasterio medieval, concluye: "Alguien tendrá que coger el toro por los cuernos y hacer algo... o perderemos el monasterio para siempre". (Mariano García. Heraldo de Aragón, 2009)

viernes, 23 de marzo de 2012

"Santa Fe clama contra el abandono y la ruina de su monasterio"

"Vecinos y amigos del monasterio de Santa Fe crean una asociación para reivindicar la recuperación del monasterio del barrio zaragozano. El cenobio, declarado Monumento histórico artístico nacional en 1979, se encuentra en un estado de preocupante abandono.

Rodeado de urbanizaciones de chalés y viviendas adosadas, y encajado a diez kilómetros al sur de la capital aragonesa entre las localidades de Cadrete y Cuarte, el monasterio de Santa Fe sufre en silencio la amenaza de la ruina total, el olvido y la desidia institucional. Casi tanto como los vecinos del barrio zaragozano quienes hasta hace bien poco carecían de algo tan básico como la red de alcantarillado y vertido.

Desde ayer, sin embargo, una asociación cultural se ha constituido para velar por los intereses del monasterio, declarado en 1979 monumento histórico-artístico de carácter nacional por la riqueza de su iglesia y puerta principal. Entre otros, la integran Elena Sanclemente, Emilia Burbano, Leonardo Blanco, Fernando Giménez y Juan Antonio Navarro. Dicen estar empeñados "en mover conciencias en la Administración y en fomentar el interés y la restauración del edificio, poco conocido y dejado de la mano de Dios", afirman.

Reivindicación eterna

Emilia Burbano es, probablemente, una de las personas que más sabe del menosprecio existente por este monumento. Lleva toda la vida reivindicando su recuperación, pero, hasta el momento, sin éxito. "Nadie nos hace caso y da pena ver el estado lamentable en el que se encuentra el edificio", afirma sin resignarse a que las cosas queden como están.
Ya en 1976, un informe de Fernando Chueca Goitia, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, consideraba "urgentísimo poder actuar poco a poco en su consolidación, pues sería verdaderamente doloroso que este ejemplo tan monumental, de una arquitectura de la que no poseemos demasiados ejemplares, desaparezca ante la indiferencia y ante la incuria de los españoles. Su restauración debe emprenderse sin más dilación, pues cualquier fenómeno natural puede ser peligroso dado el estado de la construcción".

Un monumento soberbio

De la antigua abadía cisterciense fundada por Jaime I el Conquistador en el siglo XIII no queda nada, pero sí se conserva la iglesia fundada en 1774 que, según recoge el Diccionario de Pascual Madoz, "es uno de los monumentos más soberbios que pueden encontrarse en España del barroco clasicista de finales del siglo XVIII". Del monasterio actual, construido sobre el primitivo en 1341 probablemente por un aprendiz de Ventura Rodríguez -uno de los arquitectos de la capilla de la Virgen, en el Pilar-, los franceses dejaron la impronta de sus balas y cañonazos durante la Guerra de la Independencia. Desde entonces, el recinto y las murallas han padecido otras agresiones, en este caso, una enorme indiferencia ante el inexorable paso del tiempo. Solo en 1981, el Ministerio de Cultura destinó veinte millones de pesetas de entonces (unos 120.000 euros) a un proyecto dirigido por Ángel Peropadre para reforzar la estructura de la cúpula que corría peligro de derrumbe. La amenaza de desplome de la gran cúpula levantada sobre el crucero era más que evidente, así que se construyó un gran armazón de hormigón para sostenerla. Del resto del edificio de la iglesia poco queda. Su interior presenta un espacio organizado en tres naves, separadas por pilares con decoraciones corintias. Las bóvedas que las cubren se han venido abajo, teniendo el templo al cielo como único techo. Un cuarto de siglo después de la única reforma, la iglesia está en ruinas, sin tejados, llena de escombros, y habitada solo por materiales de obra y una legión de palomas y gatos callejeros.

Paradójicamente, en el Boletín Oficial de Aragón con fecha de 12 de junio de 2006 figura como Bien de interés monumental (BIC) "en fase de restauración"

Estado ruinoso

A causa del estado ruinoso del edificio, el monasterio, propiedad de dos particulares, se encuentra en la actualidad cerrado al público por razones de seguridad. "Si no se hubiera apuntalado la cúpula, posiblemente no hubiera resistido la iglesia, pero la restauración quedó ahí y no hemos tenido más noticias de la Administración", señala Patricio Hellín, uno de los dos propietarios del monasterio.

En los últimos años, Hellín ha recibido la visita de algunas empresas y particulares interesados por hacerse con la propiedad de su parte de la iglesia, "pero cuando llegan y ven el deterioro tan importante en el que se encuentra, se asustan y se echan para atrás porque reflotar el monasterio exige mucho dinero", cuenta el propietario que está dispuesto a escuchar ofertas para rehabilitar el cenobio, mientras cuida con esmero el entorno del monasterio.

Así lo confirma Emilia Burbano: "Ahora ya no se trata solo de frenar la ruina del recinto, sino de impulsar la restauración necesaria. La recuperación de este privilegiado espacio significaría un desarrollo importantísimo para Santa Fe. El barrio lo necesita porque desde siempre está abandonado. Aunque desde la asociación no nos corresponde determinar la utilidad del monasterio, éste bien podría, en el futuro, convertirse en un complejo hostelero. De esta forma, no solo se arreglaría el cenobio, sino que, además, esta joya arquitectónica permitiría despegar a un barrio muy necesitado de todo tipo de mejoras". (Óscar Nieto. Heraldo de Aragón, 2008)

lunes, 19 de marzo de 2012

"Santa Fe. Un Monasterio para el 2008"



"En el barrio de Santa Fe de Za­ragoza es una curiosidad urbanística y una vergüenza histórica. A una docena escasa de kilómetros del Pilar, se encuentra el testimonio de un monasterio cisterciense rodeada de urbanizaciones y chalés, ejerciendo de isla urbana. La carretera de acceso al núcleo es del municipio de Zaragoza, pero su derecha pertenece a Cadrete y su izquierda a Cuarte. Los residentes de este singular entorno te hablan de que por allí viven futbolistas del Zaragoza o Marianico el Corto, pero se quedan callados al hablar del Monasterio. Salvo Vicente y Rosa que viven adosados a la muralla que rodea el recinto monástico.

Qué van a decir. Del cisterciense monasterio de Santa Fe fundado en 1341 no queda nada. Del monasterio de "Bernardos" construido| en el siglo XVIII sobre el primitivo, los franceses en la Guerra de la Independencia con sus balas y después los aragoneses con su indiferencia, no han dejado más que ruinas vergonzantes. Una majestuosa iglesia "por el orden de una catedral", cerrada a cal v canto para evitar algún accidente y una maltrecha muralla, con mal­trechos cubos semiesféricos. La mayoría de los cubos y muros han sido aprovechados para hacer ca­sas, si bien queda algún tramo pre­cioso como el de la calle Mainar. Todo es propiedad privada. La Iglesia y las casas de labradores construidas dentro de la muralla, son de una veintena de familias. Me las han contado: "Actualmen­te viven doce personas y el pintor".

Frente a la impresión casi medieval, campesina y familiar de es­ta curiosa comunidad del recinto monacal, el entorno se ha poblado de casitas a ambos lados del Huerva. Son de Cuarte o de Cadrete. Se­gundas y primeras residencias por su proximidad a la capital rodean a los 12 zaragozanos que viven in­tramuros, en la isla. Al llegar al monasterio un gran cartel dice: "Te quedan solo 200 metros para tu felicidad". La felicidad se en­cuentra no en las paredes del con­vento, sino en las casitas que están construyendo alrededor. Y es que son plantas bajas "con jardín pri­vado"-y con garaje para dos co­ches. Un hijo tan cerca, pero tan lejos. Me dicen que hay villas de un millón de euros.

A pesar de haber comido bien en el restaurante La Muralla, me marcho cabreado de ver que lo histó­rico artístico está igual que hace diez años. Solo progresa lo histé­rico urbanístico. El monasterio de Santa Fe era la entrada a Zaragoza no solamente desde Teruel, sino también de la carretera real de Ma­drid, que pasaba por Molina de Aragón y Daroca. Allí descansaban las visitas reales, y al monasterio acudían las autoridades zara­gozanas para recibir a los monar­cas. Ahora no acude nadie. Lo cuento para excitar la visita al Mo­nasterio, a ver si excitamos el celo de quien corresponda, y se pone algún remedio a este desastre. La caballería francesa, rechazada de Zaragoza en el Sitio de 1808, ocu­pó y machacó el monasterio. Ahora se celebra el bicentanario de los Sitios. Pues este es un sitio pero que muy singular, que habrá que esconder a los visitantes de la Expo. Si, excitado su interés, se acercan a Santa Fe, soy optimista y creo que me entenderán. “Maño, que torpe eres”, me dice la señora Rosa." (Miguel Caballú. Heraldo de Aragón, 2007)

jueves, 15 de marzo de 2012

"El monasterio de Santa Fe"


"Está situado a 9 km de Zaragoza, junto a la carretera de Valencia, sobre la margen derecha del río Huerva, donde rumia su ruina y abandono.La iglesia y la puerta principal del monasterio forman parte del monumento histórico-artístico de carácter nacional, según de­claración del Consejo de Minis­tros del 20 de abril de 1979. Fue entonces cuando visité por vez primera el singular recinto amu­rallado. Santa Fe de Huerva le­vanta su peculiar estructura en­tre las tierras de regadío.

Me dio pena entonces el estado ruinoso del excepcional conjun­to. La historia y el arte sumién­dose en el olvido. En las fechas de referencia, el pequeño pueblo agrícola aledaño al antiguo mo­nasterio estaba habitado por nue­ve familias. Los vecinos llaman "la torre gorda" a la cúpula de la iglesia. La torre-campanario es de estilo neoclásico, a tono con la fachada. Cuentan que el rey Carlos III pernoctó allí en 1667 cuando iba camino de Zaragoza para jurar los Fueros, un recuerdo que ha superado el paso de los siglos.

Aunque el origen fue una ermi­ta, el monasterio del Císter data del siglo XIV. Dice la tradición que los primeros monjes proce­dían de Fonclara, junto al Cinca, de donde salieron huyendo de la persecución del Conde de Urgel con la misión de conocer el nue­vo lugar que les ofreció genero­samente Miguel Pérez Zapata de Cadreyto, señor de Cuarte y Cadrete y de Purroy y gobernador de Aragón.

Clemente VI otorgó la funda­ción del monasterio cisterciense en 1336. Posteriormente, el rey Pe­dro IV cedió a los monjes Cuarte y Cadrete. Por aquella época, los caminantes que llegaban a Santa Fe recibían pan, comida y reposo. Su decadencia se inició en 1808, con el saqueo perpetrado por los franceses, los cuales dieron muerte al abad y al cillero, entre otros miembros de la comunidad. Los restantes monjes tuvieron que abandonar el monasterio, al que regresaron seis años más tar­de. En 1820 se quedaron sin tie­rras, ya que éstas fueron vendidas como bienes nacionales. Se las restituyeron en 1823 para ser des­pojados definitivamente de ellas en 1835, víctimas de la supresión de las órdenes monacales. La Desamortización de Mendizábal generó su ruina irreversible.

La construcción del edificio del monasterio se llevó a cabo en 1774, con piedra en la base y la­drillo en el resto.

Aunque de propiedad particu­lar, cabe esperar que este monu­mento nacional histórico-artísti­co reciba las debidas atenciones y sea conocido por todos los aman­tes de la historia y el arte, una he­rencia tan maltratada por diver­sas circunstancias.." (Alfonso Zapater. Heraldo de Aragón. 2003)

domingo, 11 de marzo de 2012

"Hace falta mucha fe para creer lo que allí se ve"

"Hace falta mucha fe para creer lo que allí se ve.
Véase o léase: en el propio término municipal de Zaragoza, adscrito al distrito de Casablanca, a 10 km. de la Plaza de Aragón, puede verse un desastre increíble.
Del cisterciense Monasterio de Santa Fe fundado en 1341 no queda nada.
Quizá, con suerte, alguna canasta porque dice Madoz: “Los primitivos monges trabajaban espuertas, cestos y demás efectos de mimbre que recogían de la ribera del Huerva”.
Del monasterio de "Bernardos" construído en el siglo XVIII sobre el primitivo, los franceses en la Guerra de la Independencia con sus balas y, desde entonces, los aragoneses y las aragonesas con su indiferencia, no han dejado más que ruinas vergonzantes.
Una majestuosa iglesia “por el orden de una catedral”, cerrada a cal y canto para evitar algún accidente y una maltrecha muralla, con maltrechos cubos semiesféricos de trecho en trecho.
En la misma un estrecho y noble portalón con una cartela con fecha de 1797 por el que se accede al gran patio.
Ahora ocho familias viven en el interior de recinto amurallado que acaba de cumplir doscientos años, mire Vd. que ocasión para hacer algo.
Todo, incluso la gran iglesia, es de propiedad particular.
Hasta hace treinta años aún se celebraba misa en la capilla de la Sacristía.
Ahora sólo se celebra cada día el casi milagro de que no se caiga la “torre menuda” o se hunda la “torre gorda” como las llama la Sra. Rosa que vive enfrente.
La primera es una esbelta torre de tres cuerpos de ladrillo como todo el conjunto de la inmensa iglesia.
La segunda es la cúpula del crucero sobre tambor octogonal y tiene en los ochavos cuatro grandes esculturas de santos. Todos sin cabeza menos uno." (Miguel Caballú. Heraldo de Aragón. 1998)


miércoles, 7 de marzo de 2012

"Un gran templo barroco olvidado y necesitado de una recuperación"

"El Monasterio de Santa Fe de Huerva conserva la muralla, con torreones cilindricos y la puerta de acceso al recinto. Dentro está la Iglesia, de grandes dimensiones, de la que sólo se mantienen en pie la cúpula; el resto de las bóvedas se ha venido abajo. Para llegar hasta allí, si salimos de Zaragoza por la carretera nacional 330 en dirección a Valencia, a unos 6 km de la salida, quedaremos sorprendidos al contemplar a la izquierda, y próxima a la carretera, la impresionante mole de una iglesia con gran cúpula, que aparece rodeada de naves industriales y chalets. Allí están los despojos arquitectónicos de lo que fue el monasterio de Santa Fe, de la orden del Císter.

Desde el 20 de abril de 1979, gracias a la me­moria redactada por el arquitecto Ángel Peropadre, la iglesia y la puerta principal del monasterio de Santa Fe de Huerva son monumento nacional, pero sigue siendo pro­piedad de varios particulares, y si bien se evitó la destrucción de la cúpula, restaura­da por dicho arquitecto, el resto del templo está esperando la continuación de esa res­tauración sólo comenzada.

El monasterio de Santa Fe, situado a orillas del río Huerva, entre los pueblos de Cuarte y de Cadrete, fue fundado en su ac­tual emplazamiento en 1344. Contó para su sustento con las tierras de cultivo de dichos pueblos, trabajadas por campesinos mudejares has­ta su expulsión de tierras aragonesas en 1610. Los monjes llevaron a cabo unas mejoras de la infraestructura de riego, construyendo un azud para tomar las aguas del Huerva y llevarlas mediante acequias a las huertas, donde cultivaron hortalizas y frutales, especialmente de du-raznillas; asimismo, plantaron frondosos árboles en las márgenes del río. Las tierras de secano estuvieron dedicadas al cultivo de olivos, de los que se obtenía abundante aceite que se vendía en su mayor par­te, y viñas productoras de afamadas uvas para colgar, tal como refie­re Ignacio Jordán de Asso.
El monasterio de Santa Fe no fue tan rico como los monasterios her­manos de Veruela, Rueda y Piedra. De las construcciones monásticas medievales, que se edificaron en los siglos XIV y XV, nada queda, pues en el siglo XVIII el monasterio fue totalmente reedificado, en época de bonanza económica. La im­presión que producen los restos arquitectónicos del monasterio no puede ser más desoladora. De pro­piedad privada, el deterioro pro­gresivo tras la exclaustración de 1835, y la desidia de los propie­tarios, se han enseñoreado de los edificios conservados, situados en torno a la iglesia. Se mantiene en pie la muralla del monasterio, con torreones cilindricos, y en ella la puerta que da acceso al recin­to monástico, en la que aparece la fecha de 1797, que sería, sin du­da, la de conclusión del la reedi­ficación de la misma, sustituyen­do a una más antigua.


La iglesia resulta impresionan­te por su monumentalidad y di­mensiones. Corresponde al barro­co clasicista o de la Academia y fue proyectada, según Madoz, por un hermano cisterciense que se había formado con Ventura Rodrí­guez. Su construcción se iniciaría hacia 1774, según dicho autor, y en 1778 según fuentes cistercienses, y se dilataría unos años, es­tando ya terminada cuando An­tonio Ponz visitó en 1788 la «bue­na Iglesia nueva». Edificada en manipostería y ladrillo, es de planta basilical y su interior pre­senta el espacio organizado en tres naves, separadas por pilares decorados con pilastras de orden corintio. Las bóvedas que las cu­bren se han venido abajo, que­dando a la intemperie el templo, y sólo se mantiene solitaria la gran cúpula levantada sobre el crucero, que fue apeada con una estructura de hormigón restau­rada por el arquitecto Ángel Peropadre a partir de 1981, dado el peligro de desplome que había.

Esta cúpula, hecha en ladrillo y piedra, está formada por ocho paños y se eleva sobre un tambor octogonal, con grandes ventana­les rematados por frontones trian­gulares y flanqueados por co­lumnas y pilastras clasicistas. En los ochavos aparecen cuatro esta­tuas de piedra, parcialmente mu­tiladas, que representan a los Pa­dres de la Iglesia Occidental. A los pies del templo, al lado derecho de la fachada, se mantiene en pie una torre de tres cuerpos.
El interior de la iglesia es una ruina total. Dividida en dos par­tes por los propietarios adqui­rientes del monasterio, ha servido hasta hace poco como almacén de maquinaría y productos agrícolas.

Resulta inexplicable que un conjunto de tanta belleza y pres­tancia se halle en el estado de abandono en que se encuentra. ¡Reaccionaremos los aragoneses y las autoridades ante tal incuria y devolveremos al monasterio de Santa Fe, al menos, parte de la prestancia que tuvo!. Así lo dese­amos. La Fe es lo último que se pierde." (APUDEPA. Heraldo de Aragón, 1997)


domingo, 4 de marzo de 2012

"Ayer, Real Monasterio; hoy, almacén".Un artículo de 1970 todavía vigente (y III)

"Pereció a nuestras manos.

“Víctima de la indiferencia de la especulación perecerá este edificio a nuestras manos, después de sobrevivir al estrago de los franceses que inmolaron atrozmente a sus moradores...” (José María Cuadrado)

Todo el recinto se cierra de una regular muralla de conglomerado. No hace muchos días que tiraron un tramo de la parte derecha. Aparecieron platos y tazones de cerámica de Muel (probablemente de finales de siglo) algunos subterráneos donde se encontraron barriles y tumbas, y que la excavadora volvió a tapar.  Hemos visto alguna de estas vajillas. Las tienen en una casita que abre su puerta al exterior del recinto, en la tapia, a mano izquierda. Las tienen también en la casa de teléfonos. Colores y dibujos clásicos, los mismos que hoy se utilizan en el taller-escuela establecido en Muel. Se trata, según opinión autorizada, de muestras de la más discreta época de la cerámica  de Muel. Jesús Utrillas –al que se dedicó no hace mucho un reportaje en nuestro periódico, mejor bateador 1970 del programa “Misión rescate”-, el amigo Utrillas, como le llaman en TVE, con la que tanto ha colaborado en el citado programa, nos acompaña en nuestro recorrido. Está especialmente interesado en los subterráneos que se abren detrás de la escuela y que debían servir, según él, para llegar desde el monasterio al río cuando, en caso de dificultades fuera necesario proporcionarse agua.

Tras el portalón de ladrillo y figuras decapitadas, una gran explanada. La iglesia está dividida entre dos dueños. La parte correspondiente a la cúpula y altar pertenece actualmente a don Ángel Jordana de Pozas, que heredó de sus padres una parte de las fincas que tiene en este término, adquiriendo a sus hermanos el resto. La otra parte es de don Antonio Martín. Ambas están convertidas en almacén de alflafa, heno y aposento de carros. Estamos ante un hogar de leña quitándonos el frío de la mañana. Los colonos de Jordana de Pozas nos han invitado a entrar en su casita. Se habla ante el fuego. Antes hemos recorrido las estancias de la iglesia (mitad de los Jordana). El aspecto, a pesar de las ruinas, es grandioso por la propia magnificiencia de su arquitectura: nave central, de enorme dimensión, y naves laterales se adornan de una riquísima exuberancia de columnas corintias y frontones neoclásicos. Eso si, truncados, agrietados por el abandono, con todas las bóvedas caídas, el cielo por techo, sólo subsistentes las pechinas y los fajones de la primitiva cobertura del templo. Es un duro contraste ver utilizándose tan artísitica pieza como almacén de forrajes y aperos de labranza. Duro contraste, sí. La cúpula es grandiosa, de tambor muy elevado, con linterna. El colono –no recuerdo su nombre, lo siento- hace que nos fijemos en una paloma que cuelga en la linterna de la cúpula. De plata dicen que es. Se le han tirado hasta tiros por ver si caía, y nada...

La parte del templo que corresponde en propiedad a don Antonio Martín no hemos podido verla. La señora que la habita no quiere dejar paso libre a los curiosos. Aquello es una propiedad privada, una propiedad particular. De acuerdo, de acuerdo, señora, no hay que ponerse así. (Aunque discutible el asunto lo es mucho ¿Por qué ha de seguir manteniéndose en propiedad particular un edificio de tanta significación histórico artísitica? ¿Hasta qué punto hemos de sacralizar lo de la propiedad privada para consentir que se siga utilizando como almacén una joya arquitectónica? ¡Ay, con cuántas poderosas sinrazones nos alimentamos!)

Hay nueve familias habitando el lugar (llamado “coto de Santa Fe”) que forman en total 36 personas. Pertenece al término de Zaragoza, siendo el alcalde pedáneo de Casablanca al mismo tiempo de Santa Fe. Las fincas extramuros pertenecen al término de Cuarte o de Cadrete, pero algunos vecinos de Santa Fe tienen parte de estas tierras en propiedad. El “coto de Santa Fe” se rige parroquialmente por Cuarte.

El que fue real monasterio, cayéndose a pedazos, a pedazos de historia, a pedazos de arte, es un símbolo expresivo, terrible, acusador, del abandono con que miramos nuestro pasado. Tristemente es así." (Juan Domínguez Lasierra. Heraldo de Aragón)

jueves, 1 de marzo de 2012

"Ayer, Real Monasterio; hoy, almacén". Un artículo de 1970 todavía vigente (II)

"Los avatares históricos del real monasterio.

Sobre la modesta construcción primitiva alzose en 1774 una suntuosa iglesia de estilo neoclásico cuya planta, aunque maltrecha, podemos admirar ahora. Dirigió la obra un hermano lego, discípulo de Ventura Rodríguez, obra influida grandemente (torre, cúpula) por la de su maestro, la basílica del Pilar. El coro –nos cuentan que de él nada queda- era espacioso y de hermosa sillería.
Los franceses, al ser rechazados de Zaragoza en 1808, se refugian en esta abadía, y de aquí le vendrá el primer golpe duro al monasterio. Cuenta Casamayor en su “Diario”: “El día 16 de junio de 1808, los franceses, después de pasar la noche junto a la Casa Blanca y habiendo perdido mucha gente en la batalla, marcharon al monasterio de Santa Fe, donde cometieron cuantos robos, sacrilegios y desórdenes cabe en un ejército abandonado a toda especie de maldades; matando al abad (hemos leído en otro sitio que se llamaba Cillerizo), tres monjes y cuatro criados, únicas personas que habían quedado en él; robando los ornamentos sagrados, cálices, copón, plata y ropa blanca y demás peculiar de los monjes; cuanto quisieron, e igualmente las parideras inmediatas, como también matando reses e incendiándolas, como también el monasterio, segando los trigos para los caballos e inutilizando las viñas.”
En 1809, José Bonaparte decreta la primera desamortización. Desde esta fecha a la de 1814, los vecinos del monasterio ya no pagan tributos a los monjes, sino a la Real Hacienda francesa, Fernando VII, en este año, regresado del exilio de Bayona, anula la supresión de órdenes religiosas dada por Bonaparte, y los monjes cistercienses ocupan de nuevo Santa Fe y las fincas. La Constitución de Riego les despoja de nuevo, en 1820, de sus posesiones, que se venden como bienes nacionales por el Estado. Cae el régimen tres años después y sus compradores con desposeídos de las fincas. En 1836 les son restituídas en virtud del decreto de Mendizábal de supresión de órdenes religiosas.

“El monasterio –dice Gil Pilarcés- terminó aquí su historia y ahí están sus muros, mudos en su elocuencia, como testimonio de su pasado, del que aún perdura la labor de colonización, la fertilidad de sus huertas, las acequias, el azud de los frailes...”
Como ejemplo de su grandeza pasada valgan estos detalles: En el monasterio se guardó el archivo de la Orden de Caballería de la Jarra, en especial las actas originales de los capítulos, y dio cobijo a un estimable número de escritores, entre ellos fray Gualberto (Gamberto y Gilberto, hemos leído también), Fabricio de Vagad, autor de la crónica de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, divagante y elocuente “soltando la rienda a más altivos sentimientos de los que su estado y época prometían” (José María Cuadrado), y fray Bartolomé Ponce de León, fray Isidoro Andrés y el que fue académico de la Lengua fray Juan Olóriz y Nadal.
Los libros del monasterio, nos han dicho, están en la iglesia de Cadrete, que regenta el cura párroco de María de Huerva. Salimos en su busca y no damos con él. Es domingo, y tras celebrar sus misas ha marchado a pescar. Unos dicen que a Juslibol, otros que a Almudévar. Otra vez será lo de ver los libros." (Juan Domínguez Lasierra. Heraldo de Aragón)

(continuará)