domingo, 11 de marzo de 2012

"Hace falta mucha fe para creer lo que allí se ve"

"Hace falta mucha fe para creer lo que allí se ve.
Véase o léase: en el propio término municipal de Zaragoza, adscrito al distrito de Casablanca, a 10 km. de la Plaza de Aragón, puede verse un desastre increíble.
Del cisterciense Monasterio de Santa Fe fundado en 1341 no queda nada.
Quizá, con suerte, alguna canasta porque dice Madoz: “Los primitivos monges trabajaban espuertas, cestos y demás efectos de mimbre que recogían de la ribera del Huerva”.
Del monasterio de "Bernardos" construído en el siglo XVIII sobre el primitivo, los franceses en la Guerra de la Independencia con sus balas y, desde entonces, los aragoneses y las aragonesas con su indiferencia, no han dejado más que ruinas vergonzantes.
Una majestuosa iglesia “por el orden de una catedral”, cerrada a cal y canto para evitar algún accidente y una maltrecha muralla, con maltrechos cubos semiesféricos de trecho en trecho.
En la misma un estrecho y noble portalón con una cartela con fecha de 1797 por el que se accede al gran patio.
Ahora ocho familias viven en el interior de recinto amurallado que acaba de cumplir doscientos años, mire Vd. que ocasión para hacer algo.
Todo, incluso la gran iglesia, es de propiedad particular.
Hasta hace treinta años aún se celebraba misa en la capilla de la Sacristía.
Ahora sólo se celebra cada día el casi milagro de que no se caiga la “torre menuda” o se hunda la “torre gorda” como las llama la Sra. Rosa que vive enfrente.
La primera es una esbelta torre de tres cuerpos de ladrillo como todo el conjunto de la inmensa iglesia.
La segunda es la cúpula del crucero sobre tambor octogonal y tiene en los ochavos cuatro grandes esculturas de santos. Todos sin cabeza menos uno." (Miguel Caballú. Heraldo de Aragón. 1998)


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